El psiquiatra estadounidense Dr. Aaron Beck desarrolló, en la década del sesenta, la terapia cognitiva como un tratamiento para la depresión estructurado y breve, centrado en la problemática presente, destinado a resolver problemas actuales y a modificar pensamientos y conductas disfuncionales.
A partir de este momento, Beck y muchos otros expertos en salud mental adaptaron exitosamente esta terapia para su aplicación a un conjunto muy amplio de trastornos psicológicos, a distintos segmentos de la población (niños, adolescentes, ancianos) y para ser brindada en formato no sólo individual, sino también a grupos, parejas y familias.
La terapia cognitiva es, a la fecha, el tratamiento psicológico cuya eficacia más se ha comprobado en el mundo: alrededor de 300 investigaciones científicas han demostrado sus buenos resultados en dificultades tan diversas como la depresión, la ansiedad generalizada, la timidez, las dificultades para controlar la ira, el estrés postraumático, el trastorno obsesivo compulsivo, las fobias de todo tipo, los trastornos de la alimentación, el insomnio, la drogadicción y algunos trastornos de la personalidad. Combinada con el uso de psicofármacos, ha resultado de utilidad en el abordaje de patologías tales como el trastorno bipolar y la esquizofrenia.
También ha sido aplicada con buenos resultados al tratamiento de síntomas físicos crónicos como el dolor, la hipertensión, la colitis y el síndrome de fatiga crónica.
El modelo cognitivo comprende:
1°) una teoría de la personalidad
2°) una teoría de los trastornos psicológicos -psicopatología-
3°) un modelo de psicoterapia.
Parte del supuesto teórico de que las emociones y las conductas están determinadas en gran medida por el modo en que una persona estructura el mundo. Dicho de otra manera, nos estamos refiriendo a “los cristales con que se mira”. Nuestra vida está regida por la manera en que entendemos a nosotros mismos y a los demás. No es la situación en sí misma, sino la percepción de la situación lo que influye en mayor medida en las emociones y los comportamientos que se suscitan. Las personas habitualmente son más concientes de la emoción que de los pensamientos o las imágenes que se asocian a ella, pero con un breve entrenamiento logran captar esos y llevarlos a la conciencia sin mayores dificultades.
La terapia cognitiva es un procedimiento activo, directivo, estructurado y limitado en el tiempo cuyas técnicas tienen por objeto identificar y modificar aquellos pensamientos e imágenes que resultan disfuncionales, esto es, que generan dificultades emocionales y acciones perjudiciales para nuestros mejores intereses. Ayuda al paciente a pensar y actuar de un modo más realista y saludable en relación con sus problemas, reduciendo o eliminando síntomas. Se focaliza en determinados objetivos que tienen que ver con las dificultades actuales; la atención se centra en el pasado sólo cuando es útil entender cómo y cuándo se originaron importantes ideas disfuncionales que afectan al paciente hoy. Es un tratamiento educativo en el sentido que trata de enseñarle al paciente a convertirse en su propio terapeuta. Los objetivos son conseguir la remisión del trastorno, ayudarlo a resolver sus problemas actuales más acuciantes y enseñarles estrategias para evitar recaídas.
La terapia cognitiva utiliza como herramienta fundamental el descubrimiento guiado. El terapeuta ayuda al paciente a centrarse en situaciones específicas, a identificar los pensamientos disfuncionales que en ella se activan, a evaluar su validez -esto es, su precisión y utilidad-, buscando que modifique su punto de vista y se ponga en condiciones de diseñar medidas destinadas a la solución de los problemas.
La terapia cognitiva requiere de una sólida alianza terapéutica en la cual se enfatiza la colaboración y la participación activa del paciente. Terapeuta y paciente forman un equipo donde ambos se comprometen a trabajar en objetivos definidos de mutuo acuerdo desde la primera sesión. Deciden en conjunto los temas a trabajar en cada encuentro, como asimismo las tareas que el paciente deberá realizar en su casa que constituyen una parte fundamental de este tipo de terapia.
En la Terapia Cognitiva, además de la re-estructuración cognitiva arriba descripta, se utilizan también técnicas provenientes de otras tradiciones terapéuticas como la comportamental y la gestáltica, pero siempre dentro del marco de una conceptualización cognitiva del caso que se diseña desde la primera sesión y se va corrigiendo y enriqueciendo a lo largo de todo el tratamiento.
Por ejemplo, Susana, de 40 años, se larga a llorar cuando su marido llega tarde a casa. Ella y su terapeuta descubren que los pensamientos que se habían cruzado por su mente eran “Llega tarde para no estar conmigo”, “Ya no me quiere”, “Como me va a querer si ya tengo 40 y ya no soy joven”, “Un día de estos me va a decir que se va con otra”. Al saltar con poca o ninguna base a conclusiones donde el amor de su marido ya está perdido para siempre, el ánimo de Susana empeora de tal manera que se larga a llorar. Se le va enseñando a evaluar la razonabilidad de los pensamientos que activan su malestar y a sustituirlos, gradualmente, por una interpretación más mesurada y constructiva. Susana debe listar los numerosos indicios de amor que recibe de su marido y darse cuenta que, por lejos, superan los de indiferencia o fastidio. Debe aprender que el amor poco tiene que ver con la edad ¿no ama, acaso, ella a su marido pese a sus 45, a su pancita y a que se está quedando pelado? ¿Cuáles son los pros y los contras de no aceptar el paso del tiempo con sabiduría? Para producir el cambio en los significados se utilizan distintas técnicas: el interrogatorio socrático, los registros de pensamientos, la planificación de actividades, los experimentos conductuales, ejercicios experienciales, etcétera.
En la última etapa de la terapia, se identifican determinadas creencias básicas que por su rigidez y desmesura son disfuncionales. El individuo no se da cuenta de que las tiene y de que los pensamientos que generan sus síntomas derivan de allí. En el caso de Susana, la creencia disfuncional básica era la de ser una persona poco digna de amor, que se completaba con los supuestos “si no soy bella, joven, espléndida y abnegada, nadie me va a querer” y “si no están siempre cercanos y disponibles para mí significa que no me quieren”.
Las terapias cognitivas suelen durar menos de seis meses, con una frecuencia habitual de una sesión por semana pero cuando se hace necesario modificar creencias disfuncionales muy rígidas que producen malestar crónico y numerosos síntomas, el trabajo terapéutico pueden requerir 1-2 años y a veces, más.
Aunque la Terapia Cognitiva es uno de las tratamientos psicológicos más utilizados en países como Estados Unidos o Canadá, muy pocos profesionales argentinos de la salud mental se han entrenado para aplicarla. Esta página de la Asociación de Terapia Cognitiva y Conductual del Litoral se propone acercar, tanto a los profesionales como al público en general, este valioso recurso producto del progreso científico de la Psicología.